Testimonios del Perú

“La cantidad de casos dramáticos que he ido conociendo por la consejería en mi consultorio, me ha hecho ver que hay una gran necesidad de este servicio. Ojalá pronto sean muchos más los centros (sedes) donde pueda llevarse el acompañamiento. Creo que el Proyecto Esperanza es una bendición”.

José Gómez Médico Tacna, Perú.


“Mi Padre… Pensé que todo estaba perdido y yo estaba condenada a la desdicha, al llanto y al dolor. Puedo sentir nuevamente tu amor y tu protección. Puedo saber que escuchas lo que te pido y que me amas, aunque me equivoqué y maté un hijo tuyo. Ahora te pido me ayudes a salvar a muchos”.

Carmen (23) Puno, Perú.


“No es fácil aceptar que una rápida decisión daña a tu familia y a la mujer que amas. Hemos caminado un camino de dolores, angustias y peleas por mucho tiempo pero, gracias a Dios, hay personas tan buenas que nos han dado su tiempo y amor para permitirnos regresar al Padre y ser una pareja que podrá sobrellevar la pena desde otra perspectiva.
Conocemos la Misericordia de Dios y nos comprometemos a defender la vida”.

Luis (56) Arequipa, Perú.


“Hijito mío, nunca te tuve entre mis brazos y eso me consumía cada día. Saber que te maté era un dolor que me mataba a mí también, pero lo que más me aterrorizaba es que no estuvieras en el cielo, pues no te bauticé. Sin embargo, ahora sé que estás con Jesús y esperas que yo enmiende aquí en la tierra mi error, y podamos estar juntos en la eternidad, gracias al Proyecto Esperanza”.

Katty (37) Arequipa, Perú.


“Hoy estuve recordando lo mal que he vivido, si eso puede llamarse vida. Cuánto dolor y cuánta agresión. Mis pobres hijos, ¡tanto que los he maltratado!, y es que tanta rabia y rencor no habían podido salir antes de mí. Ahora ya me desahogué, y me bañé en tu Misericordia, mi Dios. Quiero vivir en ti para poder reparar todo el daño que los míos han sufrido por mi causa”.

Elena (48) Arequipa, Perú.


“Pensé que no terminaría mi carrera. Estaba alcoholizado todo el tiempo, y ella se intentó suicidar. La culpa era muy grande y todos me lo recordaban. Hasta a la cárcel pensé que iría a parar. Por un milagro, me dieron este teléfono y, desde aquel día, voy respirando mejor. Creo que nunca me dejaste, Dios. Te pido perdón porque te fallé. Pero yo voy a ser ahora tu mejor soldado, y muchos niños serán salvados”.

(21) Arequipa, Perú.


Todos tenemos un gran anhelo de felicidad, y su búsqueda permanente muchas veces nos produce como intranquilidad, hasta que la encontramos e identificamos como la verdadera.
Yo no soy la excepción. Desde mi profesión, me preguntaba cómo responder a este llamado, si a veces sentía temblar mi corazón al ver la situación de este mundo.
Soy una mujer casada, enfermera de profesión que, por mucho tiempo, vivió anhelando fusionar su trabajo con la fe. Dios me mostró su amor infinito y misericordioso, dándole vida a mi vientre estéril en dos oportunidades, en la segunda, incluso con la presión por un aborto terapéutico. Soy madre de dos hermosas hijas.
Cuando me convocaron para darle vida a un centro de Reconciliación Post Aborto, me dije: “Ahora, mi Dios, es ahora y ésta es tu voz, ésta tu misión.” Cuánto Amor Divino. Para enviarme a la misión, quiso primero que yo experimentase el don de la maternidad, y luego, la amenaza contra la vida de nuestro hijo.
De la mano de Dios, el curso de capacitación para proporcionarle ayuda a las segundas víctimas del aborto, se dirigió principalmente a los profesionales de la salud, y tuvo gran acogida en nuestra ciudad y en las regiones vecinas.
Terminada la capacitación y hecho el compromiso de ser Apóstoles de la Vida, el primer mes de labor atendimos a cuarenta y dos personas necesitadas de nuestra ayuda. Para el tercer mes, casi todos los Acompañantes llevaban un acompañamiento, y muchos hasta dos o tres (118 acompañamientos).
Sentía una responsabilidad inmensa sobre mis hombros. Tenía que alentar a mis hermanos Acompañantes para que siguieran adelante. Además, era un voluntariado. Las claves eran el amor y la oración.
Ahora, después de un año y medio de labor, me doy cuenta de que Él nunca me ha abandonado. Hemos ido creciendo en servicios orientados hacia la prevención así como también la unificación de carismas pues, en Proyecto Esperanza, nos reunimos legionarios, carismáticos, catecúmenos, dominicos, carmelitas, sodalicios, franciscanos. Es la Iglesia que ama, celebra y defiende la vida, la vida naciente, aquella amenazada y la fracturada.
Agradezco a Dios y a mi amado esposo, que en este apostolado es mi compañero más valioso, a la Universidad Católica San Pablo, gestora y promotora de este apostolado, pero muy especialmente a mi madre, Margarita, que me dio el ser.
Soy feliz. Encontré mi realización en el servicio, sirviendo a aquellos que traen la vida a cuestas y que, muchas veces, ya no creen en nada. Créanme que no hay paga más grande que la de ver sonreír nuevamente, ver sentirse amado a un hermano nuestro. Es como si volviese a nacer y, en su gratitud, busca enmendar su error con mucha sinceridad. Es el pródigo que busca ser sólo el criado, pero Dios lo levanta. Con las personas reconciliadas, me atrevo a afirmar, podemos contar siempre.
Alguna vez me preguntaron: ¿no te cansa? Y yo les digo, cómo va a cansar andar de fiesta en fiesta. Cada acompañamiento terminado es una fiesta. Cada joven que opta por la pureza es otra. Cada mujer que se instruye en los métodos naturales, cada varón que reconoce su participación en la experiencia del aborto, cada llamada, cada mirada de agradecimiento, cada beso y abrazo, ver feliz a tu hermano, es tu verdadera felicidad. Cuando llego a mi casa, siempre hay un cuento nuevo que contar, y saberte servidor de otros te compromete más al servicio de los tuyos. Hasta en eso es sabio Dios.
Nunca dudes en comprometerte por la Vida. Da lo mejor de ti. Da tus fuerzas, tu inteligencia, tus medios, lo que tengas, pues éste es el primer don, el mayor y el fundamental.

Neldy Mendoza Flores CEP 34297
Coordinadora Proyecto Esperanza, Perú.