Al iniciar el Proyecto Esperanza

Soy una madre que quiere sentir el perdón de Dios. Éste es mi testimonio.
Durante el tiempo que llevo en este taller, he sentido mucho el acompañamiento de una persona muy buena. Y he aprendido que lo más importante es no dejar nada guardado en el corazón.
Muchas veces, he sentido deseos de abandonar el taller. No ha sido fácil. He encontrado muchas trabas. Es decir, he recordado episodios de mi vida que en algún momento creí que ya estaban olvidados.
Cuando descubrí por unos amigos el Rosario de los No Nacidos supe que aún no había sanado. Al rezarlo, comencé a recordar el episodio de mi vida supuestamente olvidado, ¡y no era así! Me di cuenta de que en estos diez años han pasado muchas cosas y se me han presentado muchas circunstancias que me recuerdan lo que hice.
Estoy segura de que todos tenemos un llamado, es decir, Dios quiso que pueda sanar totalmente esta decisión que tomé hace diez años para ayudarme a ser mejor persona, y para que pueda ayudar y acompañar a mujeres que se encuentran sufriendo.
En muchos momentos, me sentí muy sola. Sentía que nadie me podía entender, porque no habían vivido lo mismo, pero tuve la gracia de conocer a unas madres que sí lo vivieron y decidieron trabajar y ayudar a quienes tuvimos que tomar aquella decisión.
Mi corazón está sanando. Así lo he sentido. Hubo momentos, durante el taller, en que creí que esa llaga seguiría sangrando, en que tuve que recordar tiempos muy difíciles. Pero aseguro que vale la pena. No debemos tener miedo de enfrentarnos con nuestras miserias. Dios, en su infinita Misericordia, nos acoge y perdona.
Me pongo a pensar si no hubiera conocido a estas personas. Este encuentro me sucedió en un momento que Dios lo quiso. Era mi momento. Estoy convencida de que todos tenemos un momento especial. Cuando le demuestro a Dios que realmente quiero ser sanada en mi espíritu, en ese momento Él comienza a trabajar mi sanación. Fue así como tomé la decisión de perdonarme a mí misma. Siento que debo exhortar a las madres que todavía no reconocen lo que hicieron, o que lo tienen muy guardadito en su corazón y no quieren reconocer que necesitan una verdadera sanación.
Debemos sanar totalmente. Es tiempo de perdón. Y de ser luego un instrumento de Dios para ayudar a otras madres a vivir el dolor tras el aborto.

Madre de Guayaquil, Ecuador.